Hoy, de nuevo, con el avance de ciertas tesis socialistas en distintos sectores militantes de cada vez más territorios, parece que está volviendo a ganar importancia el debate sobre cuál debe ser la estrategia adecuada para abrir un nuevo proceso revolucionario en nuestro momento histórico. Si bien este debate es necesario para poder plantearnos el futuro de las luchas que desarrollemos, este debate por sí mismo resulta estéril si no se acompaña de una profundización y desarrollo de las tácticas y formas organizativas adecuadas que deben acompañar y poner en marcha dicha estrategia.

En este sentido, para tratar de revitalizar ambos debates creemos necesario reflexionar sobre la relación entre los fines políticos que nos proponemos y los medios de los que nos dotamos para llegar a ellos. Es esta una cuestión de vital importancia para llevar a cabo una política revolucionaria, pues creemos que las últimas décadas se han caracterizado por propuestas en las que medios y fines eran incoherentes entre sí, lo que ha conducido a varios problemas. Por un lado, ha llevado a algunos proyectos a enunciar elevados y prominentes fines, para los cuales han desarrollado unos medios impotentes (por ejemplo, postulando el comunismo como fin abstracto sin garantizar el desarrollo de las tácticas concretas necesarias para avanzar hacia ese horizonte, limitando así el comunismo a una política estrictamente discursiva). Y, por otro lado, ha conducido a otros proyectos a enunciar fines totalmente circunscritos al orden establecido, justificándose en que con los reducidos medios a nuestra disposición eran lo único a lo que podíamos aspirar hoy (por ejemplo, postulando el «asalto» electoral al Estado como el único medio para cambiar algo mínimamente, y limitándose de este modo a la gestión pública progresista de nuestros problemas). Así, entre el falso radicalismo de algunos y el vacío reformismo de otros, creemos que hoy se abre paso la posibilidad de construir una alternativa socialista real y adaptada a nuestro contexto.

Para la construcción de dicha alternativa, es necesario llevar a cabo una recomposición teórica y práctica del socialismo. Esta recomposición, que parte del cierre definitivo del pasado ciclo revolucionario y el fracaso de las diversas expresiones y propuestas socialistas que se dieron en su seno, tiene como primer objetivo salir del estado de derrota global en el que llevamos sumidas varias décadas, el cual ha conducido a que el socialismo sea totalmente extraño y poco deseable para la inmensa mayoría de la clase trabajadora. Este punto de partida nos obliga a pensar cómo hacer que el socialismo pueda volver a ser primero comprensible, para pasar después a ser deseable para cada vez más sectores de nuestra clase. Por ello, desplegando una lucha cultural en muy distintos ámbitos para sacar al socialismo del estado de desprestigio en el que se encuentra hoy, nosotras creemos esencial para este primer momento de recomposición definir, frente a la impotencia de ciertas propuestas, el socialismo como fin y medio al mismo tiempo.

Es concretamente la concepción del socialismo como un proceso la que nos está permitiendo su comprensión como fin y medio al mismo tiempo. Fin, en tanto que define unos objetivos estratégicos a alcanzar (que se distancian por completo de la conversión del socialismo en una especie de  capitalismo de Estado, al que ciertas experiencias del siglo pasado redujeron su contenido, con el modelo chino como su máxima expresión). Y medio, en tanto que, para muchas luchas actualmente existentes, sus fines concretos sólo pueden lograrse mediante  el socialismo como medio. Por ejemplo, podemos hablar en este punto sobre el problema del acceso a la vivienda, que hoy nuestra clase sufre de manera tan evidente, el cual nosotras consideramos que sólo puede resolverse haciendo efectivo su acceso de forma gratuita y universal, algo imposible de conseguir dentro de los límites de la lógica capitalista y que necesita de la construcción del socialismo (esto es, de unas nuevas relaciones sociales que subordinen las fuerzas productivas a las necesidades humanas y pongan bajo control consciente y colectivo la totalidad de recursos naturales y sociales). Así, el socialismo, como fin y medio al mismo tiempo, como tensión permanente entre el objetivo final que nos proponemos y los pasos necesarios para llegar a este, se nos plantea como un proceso en el que nuestras capacidades evolucionan perfeccionándose continuamente. Un proceso que, alejándose del simplismo de la concepción etapista de la revolución, contiene desde sus mismos inicios y de forma germinal los elementos del objetivo último del socialismo y los desarrolla progresivamente, de tal forma que ninguno de sus momentos puede separarse entre sí, lo que convierte a estos elementos en medios inseparables del fin al que se dirigen.

De esta forma, nuestra manera de entender el socialismo, como proyecto histórico para la construcción de una sociedad sin clases, vía para la superación del capitalismo y todas sus formas de explotación y opresión, se aleja de las lecturas que apuestan por la toma del Estado en un salto revolucionario (sea por vía insurreccional o electoral), como el hipotético medio para hacer efectiva la superación de las clases. Y también se aleja de aquellas lecturas en las que existe un «Partido intelectual-de vanguardia» separado de unas «masas ciegas» a las que debe dirigir hacia la revolución. Nosotras entendemos la construcción del socialismo como un proceso en el que medios y fines están en todo momento conectados y en el que cada ámbito de lucha y auto-organización desde abajo aporta en la construcción del mismo articulando su potencial socialista, ya que la construcción del socialismo es tarea del conjunto de nuestra clase, no de sus supuestos representantes o dirigentes. En este sentido, es desde las prácticas de lucha de nuestra clase desde donde se concreta y hace efectiva la estrategia socialista. Es decir, es desde las tácticas que despliega consciente de los fines de su lucha, desde las que impulsa y desarrolla efectivamente dicha estrategia.

Desde este punto de partida, la habitual disociación entre medios y fines, que ha caracterizado sobre todo a la socialdemocracia (PSOE, PCE, Podemos, Más Madrid, Sumar, etc.) en las últimas décadas, se nos plantea también como la disociación entre causas y efectos, con la que los reformistas de toda clase tratan de ocultar los verdaderos intereses y conflictos en juego en nuestra sociedad. Así, siguiendo con el ejemplo de la vivienda, no deja de ser sorprendente como el gobierno de coalición, máxima expresión de los límites de la socialdemocracia ha promulgado durante esta legislatura varios decretos-ley que decían venir a «parar los desahucios». Esto, que como era de esperar ha resultado completamente falso, es un claro ejemplo de su forma de actuar, pues estos se dirigen contra la punta del iceberg de los efectos que produce el problema de la vivienda (los desahucios, la fase final de este drama para nuestra clase), en vez de dirigirse contra las causas del mismo (que están obviamente relacionadas con el modo de producción capitalista sobre el que se organizan nuestras sociedades y la mercantilización de recursos de vida básicos como la vivienda que produce). Pero lo mismo podríamos decir respecto a otros tantos problemas como la violencia que sufren las mujeres, la discriminación de ciertas formas de identidad de género y orientación sexual, la crisis energética en ciernes, la explotación laboral o la cuestión migratoria en las fronteras europeas. La política socialdemócrata aborda todos estos problemas dirigiéndose contra sus efectos, en vez de contra sus causas. Y, por ello, claro está, no sólo no logra acabar con ellos, sino que los reproduce en el tiempo convirtiéndose en uno de sus principales responsables. Callejón sin salida al que conduce su ilusoria separación de los diversos ámbitos de la producción, la distribución, el intercambio y el consumo, con la correspondiente incomprensión de la relación entre economía y política, que escinden también como esferas separadas.

Frente a ello, nuestro objetivo es una clarificación del lugar de la relación entre medios y fines en la recomposición de una estrategia socialista renovada y adaptada a nuestro presente. Una estrategia unitaria, pero a la vez múltiple, capaz de desplegarse en cada generación y subjetividad oprimida, la cual debe ser capaz de desarrollar un poder independiente para enfrentar al capital y al Estado. Para ello, es importante reconceptualizar el socialismo como marco de lucha en cada esfera de la vida social y constituir instituciones propias en ellas para su despliegue efectivo en nuestra realidad. Y en los primeros pasos para cumplir este objetivo, dado el nivel de clarificación al que hemos podido llegar hasta ahora, nuestra conclusión es que causas y efectos deben ser atacados de manera simultánea. Pues a la vez que ponemos sobre la mesa las causas que generan la mayoría de los problemas sociales, hemos de atacar simultáneamente los efectos que estas producen, ya que en ciertas ocasiones atacar a los efectos supone también atacar a las causas. Así, distanciándonos de ciertas propuestas que apuestan por dejar siempre para un momento posterior «más propicio» la lucha contra ciertas formas de opresión como el machismo o el racismo (que, pese a ser funcionales al capitalismo, son desplazados a un segundo plano de importancia), nosotras creemos que es en la lucha actual y efectiva contra ellas en la que podemos fraguar la unidad necesaria para hacer frente al sistema capitalista en su conjunto.

Desde este punto de partida, a nivel organizativo consideramos imprescindible desarrollar esta cuestión como una tarea política inmediata. Así, respecto a algunas actitudes presentes hasta ahora en ciertas organizaciones que se hacían llamar socialistas (como el machismo, la homofobia y recientemente de manera más acusada la transfobia, que ha ganado mucho peso en el viraje reaccionario de los últimos años), consideramos que es necesario hoy empezar a tomar medidas de manera urgente, ya que estas actitudes han venido precedidas por una gran desatención a las causas que las producían, desplazando tales problemáticas a un segundo plano de manera mecanicista. Y es que nuestra insistencia en la recomposición del socialismo parte de la apuesta por lograr la unidad de nuestra clase, una clase amplia y diversa, la cual está atravesada por diversas formas de sometimiento, violencia y explotación (que no por ello dejan de estar relacionadas entre sí, articulándose en el conflicto capital-trabajo).

Para nosotras esta clase es el proletariado, el cual está conformado por el conjunto de los desposeídos, los sectores que no tienen acceso a la propiedad de manera estable, ni al control sobre el espacio y las condiciones de reproducción de su vida, los que dependen de la venta de su fuerza de trabajo para reproducir su vida, directa o indirectamente (de tal forma que dicha clase no está compuesta solo por las personas que trabajan, sino también por las que no trabajan). Consideramos que el proletariado tiene un lugar central en la lucha contra el capitalismo por su posición en los distintos antagonismos de clase que la componen, pero nosotras no buscamos reforzar la identidad de clase, sino superarla. En todo caso, conviene aclarar que en nuestra perspectiva la asunción del potencial del proletariado no implica una homogeneización de subjetividades o la reducción de todas las luchas a la lucha económica/laboral, ni una simplificación de la complejidad social que caracteriza a nuestras sociedades en su composición de clase. Muy al contrario, entendemos el proletariado como un sujeto amplio y diverso, que se concreta en diversidad de expresiones (de sexo-género, culturales, de identidad, etc.), suponiendo muchas de ellas desigualdades y opresiones dentro de la clase que contribuyen a la reproducción capitalista e imposibilitan su unidad.

Una unidad que, sin embargo, sabemos bien que no se logra ni habilita con su mera enunciación estratégica. En este sentido, nosotras creemos que, si bien dicha unidad debe darse en torno a esta estrategia socialista renovada, lo que realmente la hace posible es el conjunto de prácticas que atacan a todos los factores hoy existentes que impiden la completa asociación de nuestra clase. Factores entre los que se encuentran sin duda las distintas formas de violencia y discriminación machistas, homófobas, racistas, tránsfobas, etc., que han estado hasta ahora muy presentes en nuestra sociedad y, por desgracia, también en muchos de nuestros espacios de militancia. Por tanto, la adopción de una estrategia adecuada y compartida capaz de desplegarse en las distintas subjetividades de nuestra clase es sin duda palanca para lograr dicha unidad, pero son los mecanismos prácticos llevados a cabo por la militancia los que hacen efectiva la unidad de clase en nuestra realidad. De esta forma, entendiendo la clase como relación de lucha y no como identidad, entendemos que es en la efectividad que mostramos en la superación de estas diversas opresiones y específicas violencias que sufren distintos sectores de nuestra clase (también en el seno de la organización socialista) en la que fraguamos nuestra unidad como clase. Es decir, es el enfrentamiento contra estos efectos el que nos permite el enfrentamiento contra sus causas. A modo de ejemplo, pero para que no haya lugar a dudas: tenemos la plena convicción de que atajar de raíz la transfobia presente en muchos espacios comunistas hasta el momento supone un paso al frente en la construcción de la unidad de clase y de su posibilidad de asociación libre y consciente, lo que implica un paso necesario en la construcción del socialismo y la lucha contra el modo de producción capitalista.

Por otro lado, merece también la pena que hagamos, a partir de estas primeras reflexiones en torno a los medios y los fines, una pequeña aclaración sobre nuestra opinión al respecto de la contraposición entre las denominadas luchas parciales y luchas generales, también muy recurrente en ciertos espacios socialistas hasta el momento, y que se ha aprovechado en muchas ocasiones para desatender diversas formas de opresión de nuestra clase. En primer lugar, cabe decir que nos resulta bastante problemático entender que existan en lo concreto algo así como luchas parciales opuestas a otras que son generales. Muy al contrario, nos parece más efectivo entender que, en lo especifícamente histórico y determinado, todas nuestras diversas formas de lucha son parciales, es decir, que toda lucha es parcial en cierto sentido, siendo lo fundamental el interés general al que estas contribuyen (pues la universalidad de la lucha no es algo dado, sino algo que se construye). De esta forma, frente a la jerarquización de luchas, fragmentadora de la unidad que necesitamos para nuestra recomposición política, creemos que lo sustancial está en hacer valer el interés internacional de la lucha de clases, que debe ser capaz de articular el potencial socialista de estas luchas en su seno. Punto por el cual insistimos en que los diversos medios que ponemos en marcha en nuestras luchas no deben entrar en contradicción con los objetivos generales del movimiento, sino que deben orientarse a la construcción de un poder socialista que vaya generando unas nuevas relaciones sociales.

En segundo lugar, y para poder situar correctamente el primer punto, es necesario aclarar que para nosotras luchas de diverso carácter constituyen diferentes formas de manifestación de la lucha de clases. En este sentido, es fácil entender que en nuestra visión la lucha de clases no se limita a momentos de debilidad del capital o gran efervescencia revolucionaria, sino que la lucha de clases se define como el modo de existencia del capitalismo que atraviesa todos los momentos de nuestra realidad social. Así, en el interior de esta lucha de clases, la clase trabajadora pone sobre la mesa una serie de problemas políticos de manera más o menos espontánea (vivienda, sexo-género, salud mental, migratorio, acceso a recursos de primera necesidad, etc.), contra los que se organiza desarrollando diversas y legítimas formas de lucha. Luchas que surgen de manera espontánea y que, frente a la desatención o la simplificación de su contenido por parte de ciertas propuestas, deben en nuestra opinión pasar a cumplir hoy una función táctica acorde con la estrategia tendente a recomponer ese poder socialista que realmente las haga efectivas. Por tanto, para nosotras la clave está en situar y comprender dentro de la dinámica capitalista las diversas problemáticas a las que dichas luchas pretenden dar respuesta. Es decir, se trata de hacer transparentes las condiciones en las que estas luchas se despliegan y de clarificar cómo pueden transformarse y articularse entre sí a través de la mediación del poder socialista, con un vínculo entre coyuntura y crisis del capital que tiene la mayor importancia política para nuestro proyecto. Una tarea en la que la relación entre organización y espontaneidad debe ser abordada de una manera mucho más seria (menos determinista, simplista y mecanicista) de lo habitual. Y una tarea en la que debemos ir consolidando colectivamente un plan conceptual dinámico y progresivo que redefina todas las esferas de la vida social como marco político para la lucha de clases.

La recomposición teórica y práctica que queremos poner en marcha para el impulso de un nuevo proceso socialista tiene así como máxima hacer efectiva la idea de nuestra fuerza organizada como movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Nos situamos de esta forma en un movimiento histórico que se reconoce en la tradición, en la historia de las luchas de generaciones pasadas contra el orden capitalista, al cual muchos sectores de nuestra clase se adhirieron en el pasado, dotándose de herramientas y formulaciones coherentes con sus objetivos. Una experiencia que queremos impulsar a nuestro presente en el sentido de memoria organizada que nos sirva también de imaginación, para que a través de la historia acumulada en dichas luchas podamos ahora desarrollar fórmulas nuevas y efectivas para satisfacer nuestras necesidades actuales y combatir todas las formas de opresión y sometimiento que hoy nos atraviesan. Así, es en la efectividad organizativa y política que demostremos en las distintas luchas que se nos presenten, en la conquista de victorias tácticas que hagan avanzar posiciones a la organización de las fuerzas socialistas, que podremos conseguir que el socialismo salga de su estado de desprestigio y derrota actual. Una lucha cultural que, por tanto, es sinónimo de lucha política integral. Y una lucha que, como venimos insistiendo, necesita de instituciones propias para constituir a la clase como sujeto político, para lo cual necesitamos que esta esté organizada políticamente de manera independiente.

Estas instituciones propias, que tienen que hacer efectiva nuestra independencia política en un sentido amplio (teórico y práctico, cultural y organizativo), con los consejos socialistas como núcleo fundamental de las mismas, son el elemento central de la renovada estrategia socialista que estamos sometiendo a debate. Creemos que son estas las que nos van a permitir desarrollar progresivamente las potencialidades de una sociedad nueva, donde exista un control racional y consciente de la producción y reproducción social y donde no se permita la perpetuación de ninguna opresión. Se trata así de instituciones que implican un acceso libre a las mismas en función de las necesidades de vida y de asociación, sin las limitaciones creadas por la diferencia de clases y las lógicas del capital. Algo que sabemos que a nivel generalizado sólo es posible de forma acabada con el socialismo, pero que nuestra concepción del mismo como proceso nos obliga a tomar como tarea inmediata, de tal forma que la construcción de dichas instituciones no puede postergarse a un momento posterior de ofensiva, sino que debe desarrollarse en cuanto se tengan las capacidades para ello (pues, de hecho, son estas, y no el «control» de las instituciones burguesas, las únicas que nos pueden permitir abrir un proceso de acumulación de fuerzas y avanzar hacia una nueva fase de ofensiva). Este despliegue de instituciones supone por tanto un cambio cualitativo progresivo según va avanzando el proceso, pues con él se avanza hacia el objetivo de poner bajo control consciente, colectivo y democrático todos los medios para la producción y reproducción (sanidad, educación, vivienda, alimentación…) y no solo controlar, sino desplegar una nueva forma social en ellos.

Por terminar, y como podremos analizar en profundidad más adelante, en nuestra opinión la crisis de acumulación capitalista que atravesamos, con sus tendencias desintegradoras, es el factor determinante que abre la posibilidad real de poner en marcha este proceso socialista que estamos sometiendo a debate. Y es que dicha crisis está trastocando la estabilidad social burguesa y poniendo a la vista de cada vez más sectores de la clase trabajadora la imposibilidad de mantener unas condiciones de vida adecuadas, presentándose dicha crisis cada vez de manera más evidente como una crisis civilizatoria. De esta forma, y pese a que sabemos que los niveles de integración burguesa son todavía amplios en los estados occidentales del centro imperialista, son estas tendencias las que sitúan en nuestra inteligencia política y capacidad de intervenir en la coyuntura la posibilidad de aprovechar tal situación para avanzar posiciones en la lucha de clases. Pero como recordaba un viejo filósofo: “No hay viento favorable para el que no sabe dónde va”. Nuestra insistencia en la crítica de la economía política (CEP) y el estudio de la crisis, acompañado de nuestra propuesta de nuevas y mejoradas formas organizativas que nos permitan superar los límites de la mayoría de luchas hasta ahora existentes, quiere precisamente evitar tal escenario. Escenario frente al cual no podemos engañarnos, pues lo expuesto aquí no supone que creamos que haya un suceso revolucionario inminente por llegar. Este proceso de construcción de una alternativa socialista frente al desastre capitalista sólo puede ser encarnado por la clase organizada en lucha. Las tareas que enfrentamos sólo pueden ser protagonizadas por la clase misma, por la autoorganización de sus capacidades en lucha contra el poder del capital.

Comprender nuestra realidad, clarificar nuestros fines y establecer unos medios coherentes con ellos. Estas son nuestras tareas y aquí nos van a encontrar.