Militantes del Sindicato de Vivienda de Valladolid

Tras el desarrollo de otros diversos temas en escritos anteriores en este medio de debate y opinión, en este texto desde el Sindicado de Vivienda de Valladolid queremos plantear cómo creemos que debería abordarse el problema de la vivienda en relación con ciertas cuestiones concretas, para lo cual creemos que es necesario primero definir la problemática en cuestión y tener claro de qué estamos hablando. Esta reflexión nace sobre todo a partir de nuestra práctica política en distintas organizaciones del movimiento de vivienda, entre las que destaca nuestro sindicato en Valladolid, donde estamos explorando la dimensión organizativa de las lucha en torno al ámbito de la vivienda en conexión con el impulso de un nuevo proceso socialista en nuestro presente.

Así, en primer lugar, una cosa que nos gustaría aclarar es que cuando hablamos del «problema de la vivienda» nos referimos al conjunto de violencias que sufren las desposeídas en el ámbito de la vivienda como consecuencia de las relaciones sociales capitalistas en las que están inmersas. Es decir, para nosotras el «problema de la vivienda» se entiende como un problema complejo y multidimensional en el que se insertan desde los desahucios hasta las condiciones habitacionales insalubres, pasando por la inseguridad en la tenencia de un hogar. El «problema de la vivienda» tiene por tanto unas manifestaciones diferentes en cada momento histórico, pero como vamos a plantear a continuación, estas manifestaciones se llevan produciendo desde hace siglos.

Creemos que esta matización de inicio es pertinente, pues en las luchas por la vivienda de los últimos años ha sido recurrente un planteamiento del problema de la vivienda que podemos entender como común entre sus diversas expresiones, bien en forma de teoría/análisis, bien en forma de acción, por el cual el problema de la vivienda parece emerger como consecuencia directa de algo así como un “capitalismo desbocado” y sus famosas políticas neoliberales. Bajo este planteamiento, con algunos matices, se han llevado a cabo campañas, acciones, se han redactado propuestas de ley, se han escrito análisis y se ha construido el tejido asociativo entorno a los conflictos en el ámbito de la vivienda. Este ha sido el marco de referencia casi unilateral para sindicatos, partidos, ayuntamientos, periodistas, analistas y militantes diversos cuando abordaban esta cuestión.

Por el contrario, una vez definido a qué nos referimos con el recurrente «problema de la vivienda» y expuesto el modo en el que este se ha planteado generalmente por las luchas por la vivienda en los últimos años, podemos aclarar que, aunque a priori el mismo no parezca un punto de partida descabellado, este enfoque de la cuestión ha tenido a nuestro juicio algunas implicaciones bastante problemáticas y que para nada son secundarias, que podrían resumirse en las siguientes conclusiones:

1) El problema de la vivienda parece surgir con las políticas neoliberales y el capitalismo financiero, es decir, a partir de los años 70 y especialmente a partir de los 90 del siglo XX.

2) Puesto que este problema parece no existir anteriormente, parece también posible “volver” a un capitalismo en el que no exista el problema de la vivienda.

3) La manera por tanto de terminar con este problema parece pasar entonces por revertir las políticas neoliberales a partir de políticas socialdemócratas.

Como vemos, un punto de partida erróneo determina que toda la serie de planteamientos políticos que se derivan del mismo también lo sean, por lo que en este texto queremos detenernos en ellos para tratar de vislumbrar un nuevo punto de partida correcto que nos permita explorar un planteamiento político propio e independiente que se separe del punto de vista burgués, el cual irremediablemente acaba conduciendo siempre misteriosamente a que la socialdemocracia aparezca como solución.

Respecto a la primera de las implicaciones, esta se muestra sencillamente como una falsedad histórica si atendemos a los testimonios y documentos a los que tenemos acceso en la actualidad, los cuales vienen a mostrar que el problema de la vivienda existe desde que existe el capitalismo. En este sentido, encontramos testimonios que tratan ya esta problemática desde las grandes dinámicas de desposesión del siglo XV hasta las huelgas de alquileres de los años 30, pasando por las condiciones de hacinamiento en los poblados mineros del siglo XIX o las subidas de alquileres de carácter especulativo en un capitalismo industrial clásico, que en ocasiones los planteamientos anti-neoliberales parecen añorar. De esta forma, a nuestro juicio no tiene ninguna base histórica plantear que con las políticas neoliberales y la financiarización haya aparecido el problema de la vivienda o este haya adquirido una dimensión excepcional que antes no tuviera, lo que contribuye a no poder situar correctamente dicho problema dentro de las lógicas de acumulación del capital y desposesión del proletariado inherentes a la forma social capitalista desde sus inicios.

La segunda implicación, derivada de la primera, consistente en la posibilidad de un capitalismo en el que no se diera el problema de la vivienda, sueño húmedo e imposible de todo el consenso socialdemócrata, no tendría por tanto tampoco mucha base ni desde una perspectiva histórica, como acabamos de ver, ni desde una perspectiva de análisis abstracto de la naturaleza del capitalismo, pues esta necesita de la condición de desposesión del proletariado para poder obligarle a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Así, como sabemos, la condición de desposeídas no proviene únicamente de la falta de acceso a una vivienda, pero es innegable que esta constituye uno de los principales factores de desposesión. En contra de esto podría alegarse que en el estado español hay gran parte de la clase trabajadora que es propietaria de su vivienda y que, sin embargo, el capitalismo como forma de reproducción social no se ha visto afectado por ello. Sin embargo, como explica Karla Pisano en el artículo ‘Propietarios y proletarios: la propiedad de la vivienda como mecanismo de cohesión y exclusión’1, la propiedad de la vivienda no ha llegado nunca a todas las capas sociales y a aquellas capas de la clase trabajadora a las que se concedió el acceso a la propiedad fue como mecanismo de integración social en un contexto de devaluación salarial, y siempre a través del endeudamiento privado. En todo caso, esta extensión de la propiedad como medio de integración social ya no es posible ni necesaria en la actualidad, y vemos claramente cómo la propiedad está volviendo a concentrarse. Esto es un proceso lento que necesita de décadas, pero todo apunta que es hacia dónde nos dirigimos, especialmente si atendemos a la situación de las jóvenes generaciones de trabajadores, a las que las dinámicas de proletarización y desposesión están afectando de manera muy acusada.

La tercera implicación, derivación lógica -pero no por ello menos falsa- de las anteriores, que se referiría entonces a la resolución del problema de la vivienda mediante la introducción de reformas en el aparato legislativo y en los servicios que presta el estado por parte de la socialdemocracia, se basaría a su vez en la errónea concepción del estado como un ámbito neutral que puede ponerse a funcionar a favor de los intereses del proletariado si quien detenta su gestión tiene la voluntad de que así sea. Pero, de nuevo, si realizamos un análisis histórico serio de la cuestión, vemos que el estado moderno no es un espacio neutral articulable a favor de los intereses de una u otra clase, sino que es en sí mismo la herramienta política de la burguesía. En este sentido, para nosotras resulta fundamental remarcar que no hay posibilidades de ganar en un juego en el que tu rival ha creado su propio tablero y escrito sus propias reglas. De esta forma, como demuestra la experiencia histórica, incluso en el periodo de mayor auge de la socialdemocracia a nivel internacional siguió existiendo intacta y en toda su dimensión el problema de la vivienda, del que han dado buena cuenta las luchas vecinales, el movimiento okupa o las infraviviendas. Así, creemos que no existe ninguna razón para pensar que desde el estado se pueda torcer el brazo a los capitalistas de forma significativa. Muy al contrario, nos parece que hay bastantes razones para plantear que la resolución del problema de la vivienda no va a ser consecuencia de un conjunto de reformas legislativas impulsadas por la socialdemocracia, sino de una subversión de las relaciones sociales capitalistas en su conjunto en contra de las fuerzas burguesas, de las que esta forma parte como su ala izquierda.

Como veníamos diciendo, el hecho de que todas estas implicaciones expuestas se muestren como incoherentes e inconsistentes hace que la tesis principal a la que apunten se muestre como poco cercana a lo que podría ser un planteamiento del problema de la vivienda favorable a los intereses del proletariado. De esta forma, lo que habitualmente se trata como comprensión del problema de la vivienda, bien podríamos entenderlo como un estudio de cómo se manifiesta este problema en el momento histórico actual. En esto podríamos incluir desde los recurrentes estudios de la Sareb o las dinámicas de los fondos de inversión, hasta el papel de las regulaciones de alquileres o de la gentrificación. Así, nos parece que estos estudios son muy necesarios, pero no pueden desligarse de una compresión general del papel de la vivienda en el capitalismo, necesitando ver un poco más allá de nuestra realidad cotidiana para comprender realmente lo que lleva siglos ocurriendo. De lo contrario, se corre el riesgo de confundir causas y efectos y de quedarnos mirando el dedo en vez de la luna a la que este está señalando2.

No es objeto de este texto desarrollar este planteamiento de forma exhaustiva, pero sí queríamos realizar algunas contribuciones a la hora de abordar la lucha por la vivienda desde una perspectiva revolucionaria que creemos pueden ser útiles en nuestros territorios en el momento en el que nos encontramos. Estas contribuciones las hacemos desde la perspectiva que nos abre la autocrítica que hemos hecho de nuestra propia práctica como militantes del movimiento de vivienda, de sus límites y contradicciones. Desde aquí, una cuestión que nos parece fundamental es insistir y poner en el marco de debate la tesis que plantea Engels en la ‘Contribución al problema de la vivienda’3, que podemos resumir como que el problema de la vivienda es consustancial al modo de producción capitalista, el cual creemos que es un planteamiento sólido desde el que partir para tratar de buscar una solución real al problema. Pues como anteriormente hemos visto, tanto un análisis histórico concreto como uno abstracto del capitalismo como modo de producción parecen confirmar esta tesis. Y porque entender este punto como punto de partida tiene algunas implicaciones importantes para la acción política en el ámbito de la vivienda.

Una de ellas es entender que el problema de la vivienda viene de lejos y que este no se va a resolver en los próximos años de forma repentina por concesión de ninguna fuerza burguesa, por lo que nuestra intervención en el ámbito de la vivienda ha de salir de la inmediatez y hacer planteamientos tácticos a medio y largo plazo. Es importante colocarse en la perspectiva de disputar las viviendas de la clase trabajadora como espacios pacificados de producción de rentas convirtiéndolos en espacios de conflicto, no necesariamente de conflicto de telediario, pero sí como ámbito en el que le vamos ganado terreno a los intereses de los capitalistas poco a poco, en el que vamos poco a poco liberándonos de la dependencia que tenemos de ellos para sostener nuestras vidas. Nuestra práctica en el sindicado nos está enseñando que sin un proceso de acumulación de fuerzas a largo plazo que nos permita escapar de la lógica de la urgencia cortoplacista característica de la lucha por la vivienda, no podremos articular un nuevo proceso histórico revolucionario en el que el proletariado articule un poder independiente. Esto es complicado porque en la vivienda todo se nos presenta con una urgencia terrible, pero de nuevo si hacemos un pequeño repaso histórico vemos que la urgencia es crónica y que la única forma de resolver verdaderamente este problema es superar la inmediatez de la violencia cotidiana y empezar a pensar en transformaciones profundas, que solo pueden realizarse a largo plazo tras la articulación de un poder socialista independiente.

Otra implicación central de este punto de partida es que la lucha por unas condiciones dignas de vivienda es la lucha contra el capitalismo y una no se puede separar de la otra. Y que esto tiene consecuencias de carácter político y organizativo en el sentido de que creemos que las luchas de las organizaciones de vivienda han de estar vinculadas a una estrategia general de confrontación del capitalismo para poder ser efectivas y que sus victorias sean sostenibles en el tiempo. Es decir, que nuestra experiencia nos ha mostrado que debemos de avanzar en la construcción de un poder propio que confronte con el poder burgués en su conjunto, apostando por Sindicatos y órganos de lucha capaces de superar la escisión entre economía y política, entre interés inmediato y objetivo último. Que el problema de la vivienda, en definitiva, tiene que insertarse en una estrategia general que aspire a superar las relaciones capitalistas en su totalidad. Desde el movimiento de vivienda no siempre hemos entendido esto, aspirando en el mejor de los casos únicamente a una reforma legislativa que solo se está en condiciones de suplicar reproduciendo las lógicas demandistas de un lobby de presión que reduce a nuestra clase a un mero agente pasivo, pero no a subvertir las relaciones sociales capitalistas que en último término determinan nuestras condiciones materiales de vida.

Y al mismo tiempo hemos de entender el papel que la lucha por la vivienda tiene para la conformación del pensamiento burgués y el que puede tener para una lucha cultural de carácter revolucionario. Así, la vivienda es un ámbito en el que se refleja muy claramente la necesidad de que existan unas condiciones materiales concretas para que se pueda propagar y establecer un determinado planteamiento a escala social. Esto se ve de forma evidente en cómo no habría sido posible (o al menos no en el mismo grado) la extensión de la ideología de la clase media sin la vivienda en propiedad, o en cómo la estructura de propiedad del estado español explica que se pueda plantear una campaña contra la okupación de la forma en la que la hemos visto en los últimos años y esta tenga la repercusión que ha tenido. Aquí tenemos un aprendizaje importante que hacer, que no es nuevo, pero que no hemos integrado en los últimos años: es imprescindible realizar análisis de cuál es la realidad material concreta e históricamente determinada en la que nos encontramos para entender qué planteamientos son estratégicos realizar y al mismo tiempo entender que la lucha cultural, para que realmente tenga capacidad de confrontar lo más profundo de la concepción burguesa del mundo, necesita ir acompañada de una intervención en la realidad material. Así, a nuestro juicio es sólo a través de la efectividad que mostramos en nuestras luchas que podemos salir del estado de derrota en la que se encuentra hoy el socialismo. Y para ello son necesarias estructuras como los Sindicatos de Vivienda en las que la lucha cultural tome la dimensión de lucha política integral y se demuestre a nuestra clase que la organización socialista es capaz de plantear una alternativa al desastre capitalista.

Por terminar, creemos que el aprendizaje más importante de estos últimos años es que, como venimos insistiendo, necesitamos construir un poder independiente de las instituciones burguesas para que este tenga un carácter revolucionario. De esta forma, creemos que las organizaciones desde las que se dan las luchas por la vivienda han de contribuir a la construcción de este poder y han de entenderlo como condición de posibilidad para poder superar el problema de la vivienda. Será a través de estas herramientas de autodefensa de nuestra clase, de estos Sindicatos de vivienda, como construiremos un poder propio para nuestra clase capaz de dar un salto cualitativo.  Así, creemos esencial empezar a salir de la necesidad de plantear la construcción de un movimiento por la vivienda enfocado en hacer desaparecer las consecuencias “más devastadoras” del capitalismo y empezar a entender que es imprescindible la construcción de un poder socialista capaz de enfrentarlo en toda su magnitud. De ahí nuestra apuesta por la construcción del Proceso Socialista que hoy estamos tratando de impulsar. 

1. Pisano, Karla (2022), Propietarios y proletarios: la propiedad de la vivienda como medio de cohesión y exclusión. Arteka

2. Siguiendo el viejo proverbio que afirma que “cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo”.

3. Engels, Friedrich (1981), Contribución al problema de la vivienda. Editorial Progreso